Laura Muñoz, especialista de la Clínica Quirón, apunta aquí diez mitos sobre la salud que hemos aceptado como verdades absolutas y que, al contrario, debemos desterrar:
Hacer ejercicio antes de desayunar
Aunque, efectivamente, hacer ejercicio en ayunas te lleva a perder peso, lo hace por la disminución de insulina – la hormona que ayuda a consumir glucosa. Como tu cuerpo consigue la energía de las proteínas, es tu músculo el que pierde masa magra y no tu “michelín”, que no se reduce lo más mínimo. Lo que toca hacer antes del deporte es ingerir líquidos ricos en azúcares
Beber, al menos, 2,5 litros de agua al día
Tomar abundante agua todos los días es uno de los hábitos saludables que deberías incorporar a tu vida normal. Pero la sobrehidratación es tan perjudicial como la deshidratación: si bebes más de 3 litros de agua al día, se produce una bajada de sodio en sangre –hiponatremia– que causa confusión, dolor de cabeza, vómitos e, incluso, alteración de la función renal. Lo correcto es tomar dos litros diarios de líquidos, en los que incluyas el agua y también las infusiones, las sopas y las frutas acuosas.
Alimentos con mala fama
Seguro que más de una vez has escuchado que el melón por la noche es indigesto, o que no hay que comer chocolate si se padece acné. Y es probable que tú mismo hayas repetido aquello de que el pan engorda. Bien, ni el melón es más indigesto que cualquier otra fruta, ni el cacao empeora “los granos”, ni el pan –en cantidad moderada– contribuye a la ganancia de peso. Ningún alimento está prohibido. Comer variado te acercará a una dieta correcta.
Limpiarse los oídos con bastoncillos
El cerumen es una secreción antiséptica que protege la piel de tu conducto auditivo de gérmenes y agresiones externas. Eliminarlo te deja expuesto a infecciones. Si, además, te limpias con bastoncillos, lo que en realidad estarás haciendo es empujar la cera hacia dentro y generar un tapón, con el riesgo añadido de provocarte lesiones en el conducto (heridas, excoriaciones o incluso perforación de tímpano) por no tener una visión directa del canal. Lo cierto es que el cerumen tiene una función importante para el oído, y solo nuestro otorrino debe eliminarlo cuando sea necesario.
Comer por dos durante el embarazo
Durante toda la gestación, el peso que debes ganar es un kilo por mes. Engordar más conlleva riesgos, como la aparición de diabetes gestacional, un mal progreso del parto y que el feto sea de mayor tamaño. Durante el embarazo sigue una dieta sana y equilibrada, en la que no es necesario que tomes más cantidad de ningún alimento, a excepción del ácido fólico, del que necesitarás un aporte extra.
Dormir 8 horas diarias
Las necesidades de sueño varían de persona a persona y también en función de la edad. Un adulto precisa dormir como media entre seis y media y nueve horas, por lo que lo de las ocho horas necesarias para todos es un mito. Dormir de manera habitual menos o más horas de las que nuestro organismo requiere, dificulta nuestra capacidad de concentración y rendimiento y, a largo plazo, se relaciona con un incremento de la mortalidad. Lo importante es que cubras tus necesidades básicas de sueño en tiempo y calidad.
Evitar el sol
La radiación ultravioleta B (UVB) es la fuente más importante de vitamina D que posee el cuerpo. Su principal misión es aumentar la absorción intestinal de calcio y fosfato y la mineralización de los huesos. Además, regula la presión arterial y aumenta nuestras defensas. Huir del sol por completo no es un buen hábito; evitar la quemadura solar sí lo es.
Mascar chicle en sustitución del cepillado
Si no tienes un cepillo de dientes a mano, lo más lógico parece tomar un chicle después de comer… Y, sin embargo, este gesto puede sobrecargarte la articulación temporomandibular y los músculos que trabajan en ella, lo que provoca molestias en la mandíbula y dolores de cabeza. Lo mejor es dejar de comer chicle de forma habitual. Tu mandíbula te lo agradecerá.
No enfadarse
La salud mental tiene que ver con la posibilidad de sentir la emoción adecuada en el momento adecuado. Enfadarse es importante porque nos ayuda a poner límites, a defendernos, a respetarnos a nosotros mismos. Cuando sentimos una afrenta y no nos permitimos enojarnos, el daño queda dentro y la rabia se convierte en resentimiento. Lo malo no es sentir rabia o enfado; lo malo es que nos dominen y los expresemos de manera incorrecta, en el momento inadecuado o con la persona que no lo merece.