Es una de las especies más amenazadas. La destrucción de su hábitat natural, el avance de la agricultura y la presión demográfica humana han reducido su población en estado salvaje a menos de 2.000 ejemplares. A estas amenazas se une ahora otra que podría ser la semilla de su extinción: la flora bacteriana de su aparato digestivo es la de un carnívoro, no la de un animal que solo come bambú. Su aparato digestivo es muy simple. A diferencia de otros herbívoros, que han desarrollado intestinos muy largos para darle tiempo al organismo a absorber una fibra vegetal que de otra forma sería indigerible, el recorrido intestinal de este oso es muy corto.
El sistema digestivo del panda es tan ineficiente que apenas digiere el 17% del bambú que come. Por eso se pasa casi todo el día comiendo hasta unos 12 kilogramos de tallos y hojas. Durante un tiempo se pensó que la explicación a esta aparente imperfección de la naturaleza debía estar en sus genes. Tras la masticación, la primera parte de la digestión tiene lugar en el estómago, donde unas enzimas digestivas se encargan de descomponer la comida, habiendo enzimas especializadas para cada tipo de nutriente. Sin embargo, la secuenciación de su genoma en 2009 demostró que los pandas no han desarrollado enzimas para vegetales, aunque sí para la carne.
Entre los herbívoros predominan colonias de bacterias que saben lidiar con la fibra, como las bacteroidales o las fibrobacterias que, en los rumiantes, degradan la celulosa. Sin embargo, en los intestinos del panda lo que más hay son microorganismos pertenecientes a los filos Firmicutes y Proteobacteriaque, en conjunto representan el 99,38% de las secuencias analizadas.
Los investigadores compararon entonces sus resultados con una muestra de la flora intestinal de otras 57 especies entre las que había algunos cercanos, como el oso tibetano o el panda rojo, carnívoros como el tigre o herbívoros de todo tipo, desde caballos hasta conejos, pasando por canguros. Además de su menor diversidad bacteriana, vieron que la flora del panda encajaba mejor con la de los osos (omnívoros) y animales carnívoros que con la de los herbívoros.
En las conclusiones del estudio, los biólogos reconocen que el enigma del panda sigue sin resolverse pero que habrá que hacerlo si se quiere asegurar su futuro.
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