domingo, 25 de enero de 2015

La neurociencia ya puede predecir el comportamiento. Pero ¿debe hacerlo?



Los neurocientíficos ya están en condiciones de utilizar una serie de medidas de la funcionalidad cerebral (neuromarcadores) para vaticinar el futuro rendimiento educativo de un niño o de un adulto, sus aptitudes de aprendizaje y sus desempeños favoritos. También sus tendencias adictivas o delictivas, sus hábitos insalubres y su respuesta al tratamiento psicológico o farmacológico. El objetivo de los científicos no es llegar a la sociedad policial caricaturizada en Minority Report, sino personalizar las prácticas pedagógicas y clínicas para hacerlas mucho más eficaces y serviciales para la gente.

Por ejemplo, un tipo de medida con un simple casco de electrodos (completamente no invasiva y llamada ERP, o potenciales relacionados con un suceso), realizada a las 36 horas del nacimiento del bebé y que determina su respuesta cerebral a los sonidos del habla, es capaz de predecir con un 81% de acierto qué niños desarrollarán dislexia a los ocho años. Y por tanto permitirían aplicar programas educativos especiales a esos niños durante los primeros ocho años de vida, un periodo crucial para el aprendizaje del lenguaje y la comprensión de la lectura.

Otro ejemplo importante es la predicción de las tendencias delictivas. Esto es cualquier cosa menos una novedad. “El sistema judicial”, explica Gabrieli, “ya está plagado de solicitudes (por parte de los jueces, del fiscal o de los abogados de una de las partes) de predicción del comportamiento futuro del procesado, que se utilizan para elaborar dictámenes sobre qué fianza imponer, qué sentencia dictar, o qué régimen de libertad condicional imponer”. Todo esto ya existe, pero se basa en dictámenes de expertos que, actualmente, resultan tremenda y demostradamente imprecisos.

Y que sirven también para revelar los profundos y delicados problemas éticos que suscita esta propuesta de los científicos de Boston. La cuestión principal es encontrar formas legales de garantizar que toda esa información predictiva se utilice para ayudar a los ciudadanos, y no para que las empresas o las instituciones seleccionen a la gente que tiene más probabilidades de éxito. Este, de hecho, es un problema tan difícil que cabe preguntarse: ¿la neuroimagen va a causar más daño que beneficio social?.

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