La isla japonesa de Okunoshima es conocida como la Isla de los Conejos (Usaji Jima) porque los turistas que la visitan son recibidos por una estampida mansa de estos animalitos, que parece que han olvidado su rol habitual de presa.
Okunoshima tiene un pasado terrible, ya que alojó la planta de fabricación de gas venenoso que acabó con la vida de más de 80.000 chinos entre 1937 y 1945, aunque el museo que se levanta ahora para recordar esta tragedia sea menos conocido que por la multitudinaria presencia de conejos
En 1925 se comenzó a construir dicha planta, aprovechando que el Protocolo de Ginebra del mismo año solamente prohibía utilizarlas, no desarrollarlas y almacenarlas. También porque, dos años atrás, un terremoto dejó inutilizada la plata que estaba en la región de Tokio.
En esa época también había conejos que habitaban la isla, que fueron utilizados para la experimentación. Antes de que terminara la Guerra Mundial toda la documentación se destruyó, al igual que los animales que vivían allí. Los aliados hicieron el resto acabando con la planta y el material químico, pero nunca se ha llevado a cabo una desintoxicación completa de la isla, según cuenta Business Insider. No obstante, las ruinas de la fábrica permanecen selladas para que nadie pueda acceder a ella.
Los conejos silvestres que viven allí pueden ser descendientes de los que sufrieron el horror químico y que fueron exterminados al cerrar la planta. Otra historia sobre su procedencia cuenta que son descendientes de varias parejas de conejos que fueron llevadas allí en en 1971 por un grupo de escolares y que ellos solamente se dedicaron a lo que mejor saben hacer: procrear. Todo en un lugar donde están prohibidos perros, gatos u otros posibles predadores.
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