NO.Tras derramarlo, el líquido precipitaría rápidamente hacia el astro debido a la enorme fuerza de gravedad que ejerce -supera en 30 veces a la de la Tierra-.
La energía producida durante la caída calentaría el agua hasta una temperatura cercana a la del núcleo solar: unos 15 millones de grados centígrados. Al llegar a la corona, o capa más externa, el agua se convertiría en vapor y plasma solar.
En el Sol se producen continuamente reacciones termonucleares de fusión: cuatro núcleos de hidrógeno se unen para formar uno de helio. Las condiciones para que esto ocurra son tan propicias que cada segundo millones de toneladas de átomos de hidrógeno se transforman en helio, liberándose ingentes cantidades de energía.
Por tanto, al añadirle un volumen de agua igual al suyo, solo estaríamos aumentando su combustible, además de modificar las proporciones de otros elementos que cambiarían el tipo de reacción química a una aún más potente: un ciclo de fusión carbono-nitrógeno-oxígeno (CNO).
En el Sol se producen continuamente reacciones termonucleares de fusión: cuatro núcleos de hidrógeno se unen para formar uno de helio. Las condiciones para que esto ocurra son tan propicias que cada segundo millones de toneladas de átomos de hidrógeno se transforman en helio, liberándose ingentes cantidades de energía.
Por tanto, al añadirle un volumen de agua igual al suyo, solo estaríamos aumentando su combustible, además de modificar las proporciones de otros elementos que cambiarían el tipo de reacción química a una aún más potente: un ciclo de fusión carbono-nitrógeno-oxígeno (CNO).
El astro no solo no se extinguiría, sino que se calentaría y brillaría hasta seis veces más.
La estrella acabaría convirtiéndose en una enorme bola de fuego con un radio aumentado 1,3 veces, una luminosidad multiplicada por seis y una temperatura muy superior a la actual (su superficie pasaría de los 5.527°C a unos 6.900°C).
El color también se vería alterado debido al tipo de emisiones mayoritarias: al incrementarse las del rango ultravioleta, el Sol tomaría un tono más bien azulado.
Entonces, en la Tierra no soportaríamos unas temperaturas seis veces superiores a las actuales. El agua de los océanos herviría y los seres vivos acabarían fritos literalmente.
La estrella acabaría convirtiéndose en una enorme bola de fuego con un radio aumentado 1,3 veces, una luminosidad multiplicada por seis y una temperatura muy superior a la actual (su superficie pasaría de los 5.527°C a unos 6.900°C).
El color también se vería alterado debido al tipo de emisiones mayoritarias: al incrementarse las del rango ultravioleta, el Sol tomaría un tono más bien azulado.
Entonces, en la Tierra no soportaríamos unas temperaturas seis veces superiores a las actuales. El agua de los océanos herviría y los seres vivos acabarían fritos literalmente.
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